lunes, 5 de octubre de 2009

Una tarde en Niza



Aquella mañana abordé en Roma el tren que debería llevarme a París, pero por un paro de labores que trabajadores ferroviarios impusieron en los límites de Francia e Italia, los pasajeros fuimos obligados a bajar en Ventimiglia. Había entonces que viajar de ese sitio a Niza para conectar una salida que nos llevara a la Ciudad Luz. Fue así que conocí a un chico de nombre Manuel que viajaba con su madre; juntos fuimos a preguntar a la estación de trenes de Niza por salidas a la capital francesa, y se nos dijo que había por la tarde despues de las 5. Entonces Manuel, qua había vivido en Niza cuatro o cinco años atrás se ofreció para darme un paseo por los sitios más representativos de ese paraíso francés. Visitamos un mercado, los cafés cerca de la playa por donde se encuentra el monumento a los norteamericanos que defendieron la ciudad en la Segunda Guerra Mundial, las ruinas griegas en un monte desde el que se mira el mediteráneo en toda su belleza, y la iglesia ortodoxa que el Zar de Rusia mandó construir junto al mausoleo donde reposan los restos de su hermano menor. En un puesto de periódicos vi en la primera plana de casi todos los que ahí vendían la noticia de la muerte de Benazir Butto. La playa es hermosa. Esa tarde hacía frío y el mediterráneo parecía como una tela de celofán azul.

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